Sunday, January 08, 2006

Cuesta Blanca

Hace muchos años Rosarito no era mas que un pueblo con una carretera de dos carriles y una refinadora de petróleo, sin embargo ya contaba con el famoso Hotel Rosarito, que fue visitadp por personajes tan conocidos como Al Capone, Dolores del Rio, Marlon Brandon y Maria Felix. Era un lugar para festejar los mejores eventos, las personas viajaban de diferentes lugares del mundo para celebrar aniversarios, bodas, fiestas de compromisos, bautizos, etc. Pues sucedió que un día muy particular se celebró en el salón azteca una boda, la boda de Camilo y Victoria, una pareja de jóvenes muy enamorados que se habían decidido a unir sus almas para toda la vida bajo los tradicionales votos: estaré contigo en lo prospero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad.
Pasaron momentos muy especiales con familiares y amigos. En el salón azteca nunca se había sentido esa atmósfera llena de amor y fue un día bello aunque el cielo estuviera gris y la atmósfera húmeda.
Llego la hora de despedirse de sus invitados . La novia lucía preciosa con su vestido sencillo y elegante, el novio era feliz con solo observarla imaginando la vida que tenían por delante. Partieron entre risas y abrazos y de pronto empezó a llover, con gotas de agua gruesas y viento violento. Nada de esto disminuyo el animo de los novios, consideraban que era romántico ir viendo la lluvia en camino a su noche de bodas.
El padre de la novia les obsequio un gran tour por Europa como regalo de luna de miel y los novios tenían que viajar a Los Ángeles para tomar su vuelo.
En el camino hacia su destino tenían que pasar por el lugar conocido por todos como la cuesta blanca, una parte de la carretera muy peligrosa donde los automóviles con frecuencia exceden su velocidad y son victimas de accidentes terribles. Ahora esta muy congestionado y hay luz y casas pero en ese entonces era un lugar solitario y oscuro.
Iban Victoria y Camilo conversando sobre su próximo viaje, imaginando como seria Paris y Venecia, Londres y Roma. La lluvia crecía en intensidad. Apenas se veía algo por el vidrio del carro y entonces en la curva de la cuesta Camilo vio en una vaca que intento cruzar la carretera, se asusto con el carro y se echo a correr de regreso pero Camilo perdió el control del automóvil y fue a caer en un voladero, dio múltiples vueltas y se estrello sobre una gran roca. Camilo salió disparado del auto y quedo herido de muerte, agonizante y dando gritos de dolor. Victoria estaba gravemente herida pero pudo salir del carro y corrió hacia su amado. Sintió que en ella estaba salvarlo y que debía conseguir ayuda. Fue hacia la orilla de la carretera a pedir ayuda pero los pocos carros que pasaban a esas horas de la noche se iban de paso, pues una novia gritando y cubierta de sangre los asustaba o simplemente les importaba poco. Victoria sentía que con cada segundo que pasaba las posibilidades de salvar a Camilo
disminuían. Ahogada en llanto decidió pararse en medio de la carretera para forzar a alguien a detenerse y entonces paso un camión de carga, cuyo conductor no la vio. Camila perdió la vida al instante . No volvió a pasar ningún carro en toda la noche.
Al otro día el conductor no soporto la culpa y se entrego a las autoridades y estas acudieron al lugar de los hechos. Encontraron el carro destrozado y a Victoria y Camilo muertos uno junto al otro. No se explicaron como había llegado el cuerpo de Victoria al lado del de Camilo pues el conductor les dijo a las autoridades que ella había quedado tirada justo al lado de la carretera.
La felicidad de los recién casados había sido muy corta. El vestido antes blanco ahora era completamente rojo pues estaba impregnado de la sangre de ambos. Ahora Victoria se aparece en la cuesta a pedir ayuda. Su vestido es de un blanco tan radiante que a veces encandila a los conductores y pierden el control. Otras veces se aparece con el vestido desgarrado y lleno de sangre y cuando alguien se detiene a ayudarla ella les dice: Es muy tarde ya...y desaparece.
Marco Nuno y Verónica Damí
Luces

Era una tarde de otoño, de esas agradables con viento ligero y el sol de un naranja, nostálgico. Me dirigía a mi casa en lo alto de un cerro, típico
de las colonias del pueblo donde vivo. Me detuve a platicar con doña Cleo en
la tiendita de la colonia. Entre chisme y chisme oscureció y decidí
encaminarme a mi casa.
Cuando iba cruzando un terreno vasto y baldío percibí una luz intensa sobre mí.
Miré hacia arriba y vi que no era una sino varias luces las que ahora se
encontraban en lo alto, luces de color blanco, rojo y amarillo que
parpadeaban de manera intermitente.
Era algo muy extraño. Las luces pertenecían a un objeto largo y ovalado que
flotaba emitiendo un ruido apenas perceptible a mis oídos. No podía dejar de
mirarlo, me causaba una fascinación casi hipnótica, pero nunca sentí miedo
por la nave extraña que volaba sobre mi.
De pronto las luces dejaron de parpadear. Se quedaron estáticas por unos
segundos y después se abrieron dos compartimentos de los que salieron dos
naves idénticas pero mucho mas pequeñas. Hasta ese momento no había
apreciado la verdadera dimensión de la nave, ahora me parecía gigante.
Pensé que seria conveniente bajar la mirada y ver si había otros testigos de
lo que en ese momento acontecía. Y si, bicicletas, carros y establecimientos
habían sido abandonados y los dueños estaban todos con idéntica expresión de
asombro en el rostro sin atreverse siquiera a respirar.
Luego vino el espectáculo.
Las dos naves pequeñas empezaron a volar en círculos alrededor de la
principal, sincronizando el parpadeo de sus luces de colores. Súbitamente se
detuvieron, emitieron un sonido agudo y corto, cosa de unos segundos, y
juntas lanzaron una gran luz verde que cubrió la colonia por completo. No
supe de mí por tiempo indefinido.
Cuando recobré la conciencia estaba incrédula ante lo que mis ojos veían.
Flotábamos en el aire todos los presentes y los demás parecían disfrutarlo.
Algunos hacían piruetas en el aire, jugaban a ver quien se iba mas lejos con
un empujón, otros contemplaban la nave como en un éxtasis místico, yo sentía
un bienestar inusual. Flote y flote. No sabia que hacer, sentía una enorme
curiosidad por saber quienes estaban adentro de las naves y que demonios
estaban haciendo con nosotros. Entonces se me ocurrió una idea. Le pedí a
uno de mis vecinos que me diera un empujón hacia arriba con todas sus
fuerzas, así lo hizo y fue suficiente para llevarme a unos cuantos metros de
la nave. Luego hice unos movimientos más para impulsarme y llegue a ella.
Ví un agujero en el centro del objeto volador. Era la entrada a un túnel y
más adentro había una pequeña puerta, al lado un botón grande y redondo con un símbolo que no reconocía.
-Espero que eso signifique ABRIR.
Y si, se abrió la puerta, entre flotando al interior y sucedió algo con lo que no contaba: Quede atrapada en algo invisible, como un campo de fuerza que me anclaba al centro de la habitación, un espacio circular sin muebles ni decoración, totalmente metálica, y lo que realmente me asusto fueron los seres extraños que me rodeaban.

No sé cuanto tiempo dure suspendida e inmóvil. Ellos no flotaban, estaban
ahí de pie observándome con sus grandes ojos negros, y vaya que eran
grandes. Sus cabezas eran como una pera invertida pero más redonda. No
tenían boca ni nariz. Estaban desnudos y no vi nada que indicara diferencia
de sexo, pero eso es algo que no puedo afirmar pues quien sabe si para ellos
existe tal cosa como sexo y si esto lo define alguna cosa que ignoro.
Entonces escuche una voz dentro de mi. La voz me preguntaba ¿a dónde quieres
ir?
Como si pudiera soportar mas confusión! Me quedé pensando -¿Debo responder?
Entonces vino a mi mente la isla de Moorea y ya me encontraba en ella. La
arena blanca, el agua verde transparente, las montañas...me imagine la vista
desde la cima de la montaña y sin mas ya estaba ahí, contemplando el inmenso
mar azul de diferentes tonalidades y a lo lejos otras islas verdes y bellas.
Comprendí lo que estaba sucediendo. Pensé en Paris y estaba parada en el
Pont des arts, el sena corriendo bajos mis pies. Pensé Bangkok y estaba en
el mercado flotante, luego me dije Beijing y estaba frente a la Ciudad
Prohibida. Pero en ninguno de estos lugares había personas...era un viaje
mental. Decidí salir del viaje pues me invadieron las dudas sobre el
propósito de éste...
Seguía ahí, flotando ante ellos. Formulé en mi cabeza esta pregunta: ¿Qué
hacen aquí?
Estamos estudiando a la raza humana. Nos asombra su capacidad de destrucción
y su forma irracional de reproducirse por millones cada día. Queremos
aprender sus patrones autodestructivos para llevar el mensaje a otros
planetas y advertirles lo que les puede suceder. Esto me lo comunicaron
telepáticamente, pues no tenían boca.
¡Ah, es eso! Pensé. Comprendo. Y ¿qué pasa con estos viaje mentales a los
que me están induciendo?
Como eres la única que se atrevió a entrar te brindamos ese regalo. Podemos
ver en tu aura que disfrutas mucho de desplazarte a otros lugares.
-¡Ah, que lindos! Tengo otra pregunta ¿estoy privada de mi libertad?
-Te puedes ir cuando quieras.
Amanecí en mi cama un viernes soleado.
Todo estaba claro en mi memoria. Me vestí rápidamente y salí a ver como
estaba la colonia...la vida transcurría con normalidad. Los piperos llevaban
agua, los taxistas pasajeros, los caballos rancheros, los niños iban a pie a
la escuela, era día de mercado y los comerciantes estaban ya vendiendo
frutas y verduras, pescado, productos de limpieza y celulares.
Ví entre la gente a un periodista, una cámara fotográfica colgaba de su
cuello y traía en la mano un cuaderno, estaba interrogando a un joven:
-¿Estabas aquí anoche como a eso de las nueve?
-Sí, aquí andaba.
-¿Tú viste las luces en el cielo?
-Nel, ¿cuáles luces?
-Las luces, se veían a kilómetros de distancia y ahora nadie parece saber
nada sobre el asunto!
-¿Ah si? No pues quien haya visto luces en el cielo que saque pa'ndar
igual.
-Olvídalo!
El periodista se marchó y también el joven junto con sus amigos, riendo a
carcajadas del periodista iracundo que se dirigió a una, dos , tres, cuatro
personas más antes de darse por vencido y abandonar la colonia en un vocho
color blanco.
Fui a la tienda de Doña Cleo, la había visto flotando con una gran sonrisa
en los labios la noche anterior y quería escuchar sus palabras.
-Doña, ¿qué paso ayer?, ¡estoy muy confundida!
-Ay mija, pues tuvimos una visita y la pasamos muy bien.
-¿Estamos hablando de lo mismo?
-Sí, sí, la luz verde que nos llevo bien arriba.
-Oiga, pero ¿no se asusto?
-Al principio si pero para cuando estaba flotando yo estaba a todo dar.
-Oiga, pero un tipo anda haciendo preguntas y nadie dice nada, pensé que se
había borrado de sus memorias o algo así.
-No, lo que paso es que después de que estuvimos flotando quien sabe cuanto
tiempo todos escuchamos o pensamos, no sé como estuvo, pero todos quedaron
de acuerdo en que no se iba a decir nada a los que no habían estado para que
nos volvieran a visitar. Estuvo resuave.
-Yo no escuche ni pensé eso.
-No mija pues tú te nos fuiste más arriba ¿no? Según el Pancho te dió un
empujón y ya no supo de ti, ¿dónde andabas?
-Lejos, muy lejos.
Le compré un Nescafé a Doña Cleo y me fui a caminar, todos parecían muy
contentos. Algunos limpiaban con entusiasmo el terreno donde todo había
sucedido la noche anterior.
Me acerqué a ellos y les pregunte que hacían, me platicaron que se iban a
reunir ahí en la noche con unos barriles de cerveza por si aparecían las
luces, no se lo querían perder.
Ahora mi colonia guarda un secreto.
Algunos días después volvieron a aparecer las luces y yo, ya mas relajada al
respecto, corrí hacia ellos, pegué un brinco y me dejé llevar al interior de
la nave, había muchos lugares por conocer aun....

Claudia X
Mi abuela quedó sorda por un golpe a temprana edad. La mayoría de su vida la pasó en silencio. No se porque insistíamos en gritarle las cosas si en realidad no escuchaba nada. Leía los labios, nunca aprendió el lenguaje de señas. Tenia la voz aguda y entonaba de forma muy extraña las palabras. Era grande y alta, tanto como sus hijos barones que eran altísimos. Siempre fue muy amorosa con nosotros. Sus nervios estaban un poco alterados pues como no escuchaba siempre le preocupaba lo que sucedía a su alrededor, no le gustaba que corriéramos, que subiéramos bardas, que jugáramos rudo, nada de eso. Mi papá aunque no esta sordo heredo esos nervios, también a mi me toco algo de eso.
Ella murió cuando yo tenia 13 años. Fue en mi casa una mañana de noviembre. Estaba ahí porque tenia una gripa muy fuerte y la cuidábamos. Una noche antes de su muerte le ayude a ponerse dos pares de calcetines porque no dejaba de temblar del frió. Jamás pensé que una gripa la tumbara, siempre fue muy fuerte y activa hasta que no le dio esa gripa. Tres días después de que murió llegaron los resultados de unos exámenes médicos que se habían enviado a la ciudad de México. Decían que tenia cáncer. Afortunadamente no sufrió, murió mientras dormía.
Ahora solo me queda una abuela viva, pero ella fue la primera en morir. En el velorio mi amiga Monica me hizo reír tanto que me tuve que salir ante las miradas acusadoras de mis tíos, los hijos de mi abuela, pero mi amiga Monica lo hacia para que me alegrara.
Algunos días después tuve un sueño. Estaba yo sentada en la escalera de la casa, el lugar favorito para estar mientras mi mamá cocinaba y platicábamos. Ella llegaba y se sentaba junto a mi, me abrazaba y me decía que me quería mucho. No se cuanto tiempo duro el sueño, se que se despidió de mi pero no recuerdo las palabras. Desperté feliz.
Cuando baje a la cocina, mi hermana que dormía a un lado mío le contaba a mi madre exactamente el mismo sueño, solo que le había sucedido a ella y ella era la protagonista, pero era el mismo lugar y sucedió la misma noche.
Ante tales hechos no puedo convencerme de que fue casualidad. Aun después de la muerte ella seguía siendo amorosa. Fue para mi un regalo.

Claudia Franco
Eran como las 10, la noche estaba espléndida, tapizada de estrellas y con luna llena. La carretera era toda nuestra, viajábamos de sur a norte, en este caso de Mulegé a Santa Rosalía. Mi hermana Elena que veía hacia el lado contrario a la costa, nos llamó la atención para que viéramos una luz en uno de los cerros.
-¿Ya vieron aquella luz en el cerro?-
-Sí dijo Sergio (el mayor de todos nosotros), han de ser los que revisan la red de microondas, por ahí pasa y hay caminos de terracería que suben hasta allá-
Seguimos unos segundos y otra vez Elena nos pide que veamos hacia el cerro.
-La luz bajó muy rápido desde la punta hasta la falda. No creo que haya un camino así-
-Ha de ser un helicóptero entonces, revisan de diferentes maneras.-
Elena insiste con el tema: -Qué curioso, no he despegado los ojos del cerro y no me di cuenta en que momento se fue o se apagó la luz…-
Sergio continuó manejando unos cinco o seis minutos, cuando Elena grita: -¡Ahí está otra vez, en otro cerro! No me digas que hay puentes entre los cerros.-
-Ya te dije que puede ser un helicóptero, deja de enfadar.-
Sergio no terminó bien la frase cuando Elena gritó de nuevo y esta vez asustada: ¡La luz se brincó del cerro a la carretera!
Esta vez, todos volteamos al mismo tiempo. Le dije a Sergio –No se que rayos es eso, pero un helicóptero no creo que se pueda mover a esa velocidad. -¡Se está acercando, acelera, acelera…!
Sergio hundió el pie y la camioneta salió disparada, Elena gritaba histérica, -¡Parece que no nos movemos!- En efecto, el aparato no hacia ningún esfuerzo aparente para alcanzarnos, mientras mas aceleraba Sergio, mas estáticos parecíamos. La distancia entre nosotros y el artefacto nunca cambió, ni a favor ni en contra. Simplemente se mantenía, era un juego del gato y el ratón. Del miedo pasamos al pánico, la persecución debe de haber durado unos minutos, que a nosotros se nos hicieron los mas largos de nuestras vidas. Finalmente, al avistar las luces de Santa Rosalía, el aparato se salió de la ruta y se desplazó hacia las estrellas a una velocidad inimaginable. Al llegar a la ciudad, casi no pudimos dormir del susto y no comentamos nada a nadie. El hecho se quedó entre los cuatro hermanos, hasta hoy que lo cuento.

Luis Enciso